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Sacrificios de una madre: la lucha de Carmen contra la adversidad 

Esta historia hace parte del especial Las problemáticas en Cartagena que tienen rostro de mujer‘.

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Fotografía: María Alejandra Romero Solano

Por: María Alejandra Romero Solano, coordinadora de comunicaciones de CCV.

Cada mañana, a las 6 a.m., Carmen* se levanta para preparar el desayuno de María, su hija de catorce años, mientras esta se prepara para ir al colegio. 

Luego de despedir a su hija, Carmen dedica unos instantes a los quehaceres del hogar antes de arreglarse para comenzar su jornada laboral. Antes de las 8 de la mañana, sale de su casa ubicada en uno de los sectores del barrio Olaya Herrera que colindan con la Ciénaga de la Virgen, donde también vive su sobrina Natalia, y la hija de ella, Leidy. 

Olaya Herrera se sitúa en la comuna 6, en la zona suroriental de Cartagena, Colombia. A 12 km del reconocido Centro Histórico de la ciudad.  

Lejos de la opulencia, los monumentos turísticos y las casas coloniales, este sector de la localidad 2 es conocido por sus calles destapadas, caños taponados, difícil acceso al transporte público y un cúmulo de problemáticas sociales, tales como la pobreza y las altas tasas de homicidio, embarazo adolescente y mortalidad materno-infantil; pero también, por su gente perseverante que lucha contra todas estas adversidades para salir adelante. Estas condiciones ponen de relieve las marcadas disparidades sociales y económicas que experimentan los habitantes de los barrios cercanos a la Ciénaga de la Virgen, quienes han sido segregados y marginalizados del resto de la ciudad. 


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Crédito de la fotografía: María Alejandra Romero Solano

Desde allí, Carmen comienza su ruta vendiendo chance: recorre Zarabanda, La Magdalena, Estela, San José Obrero y Playa Blanca, todos sectores aledaños. Conoce este trayecto como la palma de su mano, ya que lo ha realizado de lunes a domingo durante más de treinta años. 

Una gorra, una camiseta manga larga y a veces una sombrilla, son las únicas defensas de esta mujer de 47 años ante el sol inclemente de Cartagena. Cuando la sensación térmica llega a los más de 30 grados centígrados y el calor se torna sofocante, para en puntos estratégicos para refrescarse sin dejar de vender. Sin embargo, no puede estar mucho tiempo en un solo lugar, porque el chance que vende es ilegal, y no quiere correr el riesgo de ser atrapada por la Policía porque, además de perder su única forma de sustento, puede enfrentarse a hasta ocho años de cárcel, de acuerdo con el Código Penal, ya que pagar la multa de más de 100 salarios mínimos mensuales legales vigentes (SMMLV) no es una opción para ella. 

Ese día, alrededor de las 10 a.m., Carmen saca un poco del desayuno que se preparó en la mañana, para aguantar hasta las 5 de la tarde, hora en la que podía volver a comer. Por lo general, suele regresar al mediodía a su casa para tener listo el almuerzo de su hija, una vez esta sale del colegio. Ahí aprovechaba para comer y descansar un rato antes de salir nuevamente a las 5 p.m. y terminar la venta del día a eso de las 10 de la noche. Pero en esa ocasión no podía regresar temprano, ya que se encontraba algo apretada con el trabajo: no había logrado vender mucho, así que se quedaría más tiempo en la calle para ganar un poco más. En los días buenos, logra tener ganancias de hasta $25.000, que al mes son unos $750.000. En los malos, como estaba pintando ese, de cosa alcanzaba a llegar a los $10.000 diarios, es decir, $300.000 al mes. 

Lleva días sin cenar, por eso, ese día prefiere desayunar tarde para poder comer en la noche. Ella y su sobrina, Natalia, las dos adultas de la casa, solo pueden tener dos comidas diarias por falta de alimentos y recursos. Los ingresos de Carmen son el pilar económico del hogar. Natalia no tiene un empleo estable y solo ocasionalmente ofrece servicios de manicura y pedicura en casa. Además, ya no cuenta con el subsidio de Familias en Acción que recibía su hija María desde los 2 años, ya que en diciembre de 2023 dejaron de otorgarlo debido a una actualización que la colocó en una categoría más alta en el Sisbén. Como resultado, llevaba tres meses sin recibir esta ayuda. 

Había días en los que Carmen y Natalia desayunaban y almorzaban, y otros en los que desayunaban y cenaban, pero nunca las tres opciones. En el hogar, las únicas con las tres comidas garantizadas son Leidy, quien recibe desayuno y almuerzo en la guardería del barrio; y María, su hija. Cuando Carmen prepara el almuerzo, siempre deja un poco para que María y Leidy puedan cenar. En los días en que solo podía hacer la cena, como ese, enviaba a María al comedor comunitario que está cerca de la casa y que ofrece almuerzos a los niños por una contribución de $2.000. 

 
La inseguridad alimentaria que enfrenta el hogar de Carmen es compartida por el 43% de los hogares en Cartagena, según revela la Encuesta de Percepción Ciudadana (EPC) de 2023, de Cartagena Cómo Vamos. Específicamente, las mujeres y los residentes de la localidad 2, como Carmen, son quienes señalan los niveles más preocupantes de vulnerabilidad alimentaria en la ciudad.

Asimismo, las condiciones económicas de Carmen la suman a los 455 mil habitantes de Cartagena que viven en pobreza moderada, pues no siempre alcanza los ingresos mensuales mínimos de $427.667 para satisfacer sus necesidades básicas, ni las de su hogar. Según la EPC de 2023, en Cartagena son más las mujeres que se perciben como pobres, en comparación con los hombres, lo que evidencia que son ellas las que enfrentan mayores barreras para acceder a ingresos dignos. 

Día a día, Carmen desafía los riesgos de su trabajo y las barreras sociales y económicas para brindarle un futuro mejor a su hija, buscando ofrecerle las oportunidades que ella misma no pudo tener en la vida. 

*** 

Motivada por escapar de un hogar abusivo, en el que sufrió maltrato físico y psicológico, Carmen comenzó a trabajar en el chance a los 17 años para lograr su independencia. Aunque se graduó de la media académica con un título de auxiliar de secretariado, quiso seguir estudiando para tener una mejor calidad de vida. Apenas terminó el bachillerato, con ayuda de becas y del esfuerzo de su trabajo, logró sacar adelante los estudios de técnico auxiliar de bartender y secretariado ejecutivo. Sin embargo, más allá de las prácticas, nunca consiguió engancharse en el mercado laboral de manera formal y prefirió seguir trabajando en el chance.  

Durante casi treinta años, Carmen estuvo vinculada con las dos empresas que, en sus respectivos momentos, se encargaron de las operaciones del chance en Bolívar. Tras la desaparición de estas compañías, una nueva entidad emergió para operar el chance y las apuestas en el departamento. Carmen se presentó a esta con las ganas estar en un puesto de venta fijo, para dejar de caminar por toda Olaya Herrera bajo el inclemente sol. Lastimosamente no consiguió entrar, así que, al verse sin opciones, aceptó vender uno de los chances no autorizados del departamento. 

En dos ocasiones envío hojas de vida y se presentó para trabajar de secretaria o haciendo aseo en alguna empresa. Durante las entrevistas, le hicieron propuestas indecentes de salir con el jefe del cargo. “Yo enseguida respondía que no me interesaba, y no me escogieron. La verdad es que no me interesa trabajar en lugares en los que para entrar tengo que aceptar ese tipo de propuestas”, asegura.  

Para ella, el ser mujer representa un desafío adicional en la búsqueda de empleo, especialmente para aquellas en condición de vulnerabilidad, pues son muchas las personas que buscan aprovecharse de esta situación. Justamente, en Cartagena, el desempleo en mujeres es 2,1 veces mayor al de los hombres, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE). 

Aunque sabe el riesgo que corre al vender chance ilegal, afirma que es eso o no tener para sostener su hogar. “Ya tengo 47 años, en todos los trabajos que veo piden gente 20 años menor, recién graduados o con más de dos años de experiencia. Yo solo tengo seis meses”, menciona. 

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Carmen es madre soltera y cabeza de hogar desde que María, su hija, tenía cinco años. El padre de María ha eludido las responsabilidades económicas con su hija desde que él y Carmen decidieron separarse definitivamente. Este abandono no simplemente dejó a Carmen sola en la crianza de su hija, sino que también tuvo un impacto negativo en la salud mental de María desde temprana edad.  

Un segundo dolor se suma a este difícil escenario: desde los siete hasta sus catorce años (edad actual de María), fue víctima de abuso sexual por parte de alguien cuya mención Carmen prefirió que se omitiera en esta historia. Para Carmen, quien se enteró de todo recientemente, el descubrimiento tardío de esta situación con su hija ha sido una carga emocional abrumadora. 

Para sobrellevar todo lo que ha pasado en su corta vida, María necesita de atención psicológica y psiquiátrica constante, que le es garantizada por la EPS. Pero, además, los medicamentos recetados por psiquiatría le exigen tener una dieta estricta, por lo que Carmen prefiere sentirse fatigada por el hambre todos los días para que así su hija tenga garantizado los alimentos necesarios. 

“He hecho cosas que no debo hacer cuando me he siento muy apurada económicamente. Pero si mi hija lo necesita, busco la forma. Ella es una niña inteligente, siempre le ha ido muy bien en el colegio, ahora está estudiando inglés gracias a una beca, está en clase de música. La tengo en diferentes actividades. Yo lo que quiero es que ella salga adelante, y hago todo lo posible para cumplirlo”, afirma. 

*** 

“Sueño con la oportunidad de tener otro trabajo: uno donde me sienta feliz, estable, en una oficina, con papeles, lejos del sol”, manifiesta Carmen. No pierde la esperanza, y espera lograrlo más pronto que nunca, ya que no quiere seguir arriesgándose todos los días con la venta del chance. En esa búsqueda de ayuda, recientemente empezó a consagrarse en una iglesia, y no quiere seguir haciendo cosas que atenten a su espiritualidad.  

Pese a todas estas dificultades, afirma que la vida le ha mejorado. “Ahora estamos un poco más tranquilas. Las dos estamos recibiendo atención psicológica y de vez en cuando recibimos ayudas económicas. Sé que Dios no nos va a abandonar.” 

Pide a las autoridades más atención y oportunidades a las madres solteras y cabeza de hogar que luchan día a día para sacar a sus familias adelante. Su historia destaca la necesidad urgente de políticas que aborden las brechas de género y proporcionen oportunidades reales para quienes enfrentan el doble reto de ser mujeres y madres en condiciones de vulnerabilidad en una ciudad donde la pobreza y la inseguridad alimentaria tienen rostro de mujer. 

*Todos los nombres de esta crónica fueron modificados para proteger la identidad de la fuente. 

De la bata de laboratorio al delantal: el camino de Kelly por conseguir empleo

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Kelly Rodríguez es un ejemplo vivo de la brecha de género en el mercado laboral en Cartagena. A sus 42 años, esta ingeniera química y madre soltera de una joven universitaria, ha enfrentado obstáculos que reflejan las desigualdades en la búsqueda de empleo entre hombres y mujeres.

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Las problemáticas en Cartagena que tienen rostro de mujer

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Para las mujeres, que constituyen el 52% de la población, la situación es aún más complicada. Además de enfrentarse a los desafíos comunes de la vida en la ciudad, deben afrontar obstáculos adicionales simplemente por ser mujeres.

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Yoli: la historia de una mujer sin pausas

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Yoli, madre y emprendedora incansable en Cartagena, enfrenta la dura realidad de equilibrar labores domésticas con su negocio desde casa, luchando contra el dolor físico y desafíos económicos. Su historia refleja las desigualdades que viven las mujeres frente al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado.

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Las problemáticas en Cartagena que tienen rostro de mujer 

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Vivir en la capital de Bolívar no es fácil. Así lo aseguró el 87% de los habitantes de la ciudad en la Encuesta de Percepción Ciudadana (EPC) 2023, de Cartagena Cómo Vamos, quienes afirmaron que, en general, las cosas en La Heroica iban por mal camino. Lo cierto es que en la ciudad los indicadores que miden la calidad de vida en temas vitales como salud, educación, empleo, seguridad y pobreza, en vez de mejorar, se han quedado estancados o van en retroceso. 

Para las mujeres, que constituyen el 52% de la población, la situación es aún más complicada. Además de enfrentarse a los desafíos comunes de la vida en la ciudad, deben afrontar obstáculos adicionales simplemente por ser mujeres. 

Muchas de las problemáticas en Cartagena tienen rostro de mujer: la pobreza, la inseguridad alimentaria, el abuso sexual, el desempleo, entre otros. Así lo evidencian los datos que al desagregarlos hacen palpables las brechas de género.  

No es casualidad, entonces, que las mujeres hayan expresado un sentimiento generalizado de pesimismo en la EPC 2023. Su descontento está estrechamente vinculado con lo poco que la ciudad le está retribuyendo en la mejora de su calidad de vida. 

Así como las brechas en la ciudad no son las mismas para mujeres y hombres, entre mujeres las condiciones se agudizan si además se tienen en cuenta factores como la raza, el nivel socioeconómico, la edad, entre otros aspectos. La experiencia de una mujer racializada en situación de pobreza y con poca educación es muy diferente a la de otra que ha logrado obtener una educación superior, a pesar de enfrentar desafíos similares de desempleo. Sin embargo, ambas comparten la lucha común en una sociedad desafiante. 

En este mes de la mujer, Cartagena Cómo Vamos, con el apoyo del Programa de Comunicación Social de la Universidad Tecnológica de Bolívar se propuso explorar la calidad de vida de las mujeres en la ciudad desde diversas perspectivas, dándole rostro a los datos. Para esta labor, nos acompañan las historias de Carmen, Yoli y Kelly. Cada una, desde su experiencia de vida, nos ayudará a comprender los desafíos que enfrentan las mujeres y las demandas que sus situaciones individuales plantean para mejorar la calidad de vida de todas en la ciudad. 

Sacrificios de una madre: la lucha de Carmen contra la adversidad

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Carmen, madre soltera de 47 años, enfrenta la difícil realidad de vender chance ilegal en Cartagena para mantener a su hija. Su historia refleja las luchas de las mujeres en condición de pobreza e inseguridad alimentaria que buscan una mejor vida para su familia.

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Yoli: la historia de una mujer sin pausas

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Yoli, madre y emprendedora incansable en Cartagena, enfrenta la dura realidad de equilibrar labores domésticas con su negocio desde casa, luchando contra el dolor físico y desafíos económicos. Su historia refleja las desigualdades que viven las mujeres frente al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado.

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De la bata de laboratorio al delantal: el camino de Kelly por conseguir empleo

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Kelly Rodríguez es un ejemplo vivo de la brecha de género en el mercado laboral en Cartagena. A sus 42 años, esta ingeniera química y madre soltera de una joven universitaria, ha enfrentado obstáculos que reflejan las desigualdades en la búsqueda de empleo entre hombres y mujeres.

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La siembra de Gina Pérez en isla de Barú

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Fotografía: María Alejandra Romero Solano

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A solo una hora en carro del casco urbano de Cartagena se encuentra la isla de Barú. Una de las zonas insulares de la ciudad más reconocida nacional e internacionalmente por sus aguas cristalinas que acarician las playas de arena blanca, pero también, por su cultura negra y resiliente que entrelaza la naturaleza con la historia de un pueblo en resistencia.

Barú es la isla continental más grande del país. Sus vastas extensiones abrazan 7.650 hectáreas y se extienden a lo largo de 35 kilómetros, albergando a unos 12.500 habitantes. De ellos, el 86% se identifica como negro, de acuerdo con la Encuesta de Percepción Ciudadana de Cartagena Cómo Vamos. La población de esta Isla se distribuye en los corregimientos de Ararca, Barú y Santa Ana, cuyas costumbres y tradiciones vienen de la herencia de los grupos de africanos esclavizados que llegaron a estas tierras en busca de libertad.

Ahí, en Santa Ana, vive y lucha la protagonista de esta historia, Gina Pérez, quien llegó hace más de dos décadas al corregimiento y desde entonces ha canalizado su energía incansable en la ardua tarea de mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Una tarea imperante en esta zona rural insular, en la que históricamente las administraciones de la ciudad han fallado en garantizar las necesidades básicas a sus residentes y en promover un desarrollo integral en la Isla.

La germinación de una lideresa

Gina, quién dice que le cuesta describirse pero que a la hora de la verdad sabe enunciarse como una “negra con tumbao”, “un tuttifrutti” o una “sembradora de semillas”, es una de las principales figuras de liderazgo en la isla y siempre ha visto en ella una oportunidad de transformación.

“¿Que quién es Gina?” se pregunta sarcásticamente Gina Pérez, sentada en un bohío de una de las instituciones de Santa Ana, corregimiento de la isla de Barú. En medio del ruido de los niños que corren por todas partes, la risa de Gina sobresale en el lugar. Sin embargo, su risa no es necesaria para que ella resalte en el espacio: su elegancia negra, su turbante, su pinta colorida y su sola presencia atrae a todos los que la conocen y a los que la ven por primera vez.

Analiza un poco la pregunta, una que no le gusta responder, pero que al parecer tiene muy clara.

Gina es una negra que tiene ‘tumbao’. Es cultura, saber ancestral, color y alegría. Tiene en su sangre una mezcla de palenque con Santa Ana, porque mi papá es de Palenque y mamá de Santa Ana”, responde. “Nací y me crié más en Cartagena, y cuando era pequeña iba de vacaciones tanto a Palenque como Santa Ana, pero terminé casándome aquí, en Santa Ana.

Asimismo, tiene claro su propósito en la isla. “Me gusta sembrar semillas, cuando salía la hoja me iba”, agrega, haciendo una metáfora a su pasión por el trabajo comunitario. “He creado muchas organizaciones, y cuando veía que ellos podían solos, me iba, demostrándoles que sí pueden, que no deben tener una líder ahí para sostenerlos.”

Para ella, su liderazgo es innato, heredado de una familia de lideres sociales. Pero fue en su época escolar cuando descubrió que había una voz en ella y que podía alzarla ante las injusticias, entre estas, el racismo y la discriminación que vivió durante esa etapa de su vida.

“Yo era una niña que pasaba con pena. A mí me da pena todo. Entré a La Octaviana, una de las mejores Instituciones en ese tiempo Cartagena, que era femenino, y yo era la única negra en el colegia. Además, todas las niñas venían de Manga, Bocagrande, y yo vivía en un barrio popular, el Paraguay.”, relata. “Fue muy duro, sufrí hasta de bullying y todo.Ahí me pegaban chicles en la falda y me dañaban el uniforme. Ese año tuve que comprar hasta cuatro uniformes.” Ahora, ya toda una adulta, recuerda esos momentos sin mayor pesar, pero la forma en que los relata evidencia que estos fueron trascendentales para ella.

Con la misma actitud, sigue contando una de las anécdotas que marcó su vida. “Después de mí, llegó una muchacha que era de Manga, pero era gruesa y a ella se la ‘montaron’. Me dejaron a mí tranquila y la maltrataban. Cuando yo veía que la maltrataban, era como si me maltrataran a mí, y eso me hizo crecer. Tenía también otra compañera, Marta* que también le hacían bullying. Ella tenía su cabello bien largo y un día se lo cortaron en la silla. También le decían que no servía y muchas cosas más. Éramos las tres, y un día Marta se perdió en el baño y cuando nos dimos cuenta ella estaba intentando ahorcarse con una soga en el cuello. Llamamos al vigilante, cortó la soga y la llevaron al hospital.  Cuando llegamos, la mamá no me quiso atender porque era negra. Cuando me dijo eso yo le dije: ‘esta negra salvó la vida su hija, porque si esta negra no va, ella se ahorca.’ De ahí, yo fui una de las primeras lideres estudiantiles hasta que me gradué, luego de que no me querían.”

Con el tiempo, su vocación de líder se fue afianzando y, a su llegada a Santa Ana, vio la oportunidad de transformar una situación que, para ella, que venía de ser parte de procesos de empoderamiento con mujeres, era inconcebible.

“Cuando llegué a Santa Ana”, relata Gina, “vi a un poco de mujeres ahí sentadas jugando carta y juegos de azar, y yo me preguntaba si es que no tenían más nada que hacer. Yo veía la necesidad de que las mujeres tenían que ser emprendedoras.”

Esta anécdota es una de las recurrentes que cuenta Gina al ser entrevistada para medios de comunicación. Pero, aunque pasó hace dos décadas, más que un simple relato para mostrar lo que la inspiró en su liderazgo, esta evidencia varias problemáticas que siguen latentes en la isla de Barú, como lo es la pobreza y la falta de oportunidades de empleo.

 
En 2023, de acuerdo con la Encuesta de Percepción Ciudadana (EPC) realizada por Cartagena Cómo Vamos, el 57% de los habitantes de la Isla de Barú se percibió como pobre, muy superior al 41% de Cartagena en general. Santa Ana se destaca como el corregimiento con la más elevada autopercepción de pobreza, con un 58% de los habitantes que considera se encuentra en esta situación.

Este primer indicador da luces de una situación aún más crítica, tal como lo es la seguridad alimentaria. En la misma encuesta, el 52% de la Isla afirmó que ellos o algún miembro de su familia en las últimas cuatro semanas tuvo que comer menos de 3 comidas diarias porque no había suficientes alimentos. En Santa Ana, este porcentaje llegó a ser el 59% de la población.

Asimismo, para los habitantes de la isla, la falta de oportunidades en la zona es una de las razones por las cuales la situación económica de su hogar ha empeorado en el último año.

La situación se torna especialmente crítica para las mujeres en la isla, ya que son ellas las que experimentan niveles más elevados de autopercepción de pobreza e inseguridad alimentaria. Además, enfrentan el desafío adicional de percibir que es más complicado conseguir empleo o emprender en comparación con otros sectores de la población.

“La mujer aquí en la comunidad de Santa Ana tiene mucho poder.” proclama Gina con convicción y rabia, pues conoce de primera mano cómo estas mujeres han sido subestimadas. «Nada más con ser negra, tienen poder. Nada más con vestir un turbante o trenzas, tiene poder, pero a veces no se la creen. La mujer aquí es trabajadora, es emprendedora, la mujer aquí solamente falta que saque lo que tienen dentro, que no solamente son las tripas, sino su conocimiento, porque saben hacer muchas cosas. Hay mujeres que saben lo que es la modistería, pero no creen que pueden ser diseñadoras de moda o que pueden crear cosas nuevas; la mujer aquí es artesana, pero no cree que pueda hacer diseños nuevos; es masajista, pero no cree que pueda tener un spa en su casa en su casa y que la gente pueda ir.”, expone cansada la situación.

De la semilla nacieron árboles

Desde hace más de 20 años, Gina viene luchando para impactar las cifras de vulnerabilidad en Santa Ana. Por eso, en su llegada al corregimiento, creó el primer grupo de mujeres que ayudaría a muchas madres cabeza de hogar a sacar adelante a sus familias.

Yo siento que donde una persona me necesita, ahí tengo que estar. Y cuando llegué a Santa Ana vi las necesidades. De ahí armo el primer grupo de mujeres y de niños. Con el grupo de mujeres lo que hacemos es enseñarles a hacer cosas, artesanías. Voy de barrio en barrio con los materiales y con la que sea comenzamos a hacer cosas útiles para ellas.

Estas primeras semillas fueron creciendo, y de ellas nació un gran árbol, la Corporación Son Afro Santanero, un espacio de formación y transformación a través del arte y la cultura. Para Gina, su hogar.

“La Corporación Son Afro Santanero hacía de todo, estaba metida en todos los charquitos. Nosotros tenemos casi diez años o más de estar legalmente constituidos. Pero de existir tenemos casi 15 años. Esta surge de los tiempos de dedicación con los niños, de la dedicación con las mujeres, de visibilizar toda esa parte de cultura que tenemos en la comunidad. La Corporación Son Afro Santanero tiene así, fijo, 135 personas entre niños, adolescentes, madres cabeza de familia y adultos mayores.”, menciona con orgullo.

No satisfecha con todos sus esfuerzos, Gina tomó una decisión trascendental en 2010 al llevar su liderazgo a los niveles de toma de decisiones locales. Fue entonces cuando su determinación y fortaleza la condujeron a ser parte de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Santa Ana y posteriormente del Consejo Comunitario, dos de las instituciones con más legitimidad para los baruleros y las que al menos el 42% de ellos considera que más incidencia tienen para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Isla. Sin embargo, el camino no fue fácil y tuvo que desafiar las barreras del machismo arraigado en la comunidad.

“Yo fui la primera mujer en la Junta de Acción Comunal. Los hombres me decían: ‘Qué me vas a mandar tu a mí?’. Y yo les contestaba: ‘y hasta más’.”, afirma con altivez. “Es un reto llegar a ser la primera mujer en la Junta de Acción Comunal en un pueblo donde todavía existe el machismo. Sin embargo, gané. Para mí, un líder para meterse a esta vaina tiene que hacer un trabajo comunitario, debe tener reconocimiento y la gente debe seguirlo. Fui cuatro años y vi muchas mejoras en el corregimiento”, menciona con satisfacción.

No obstante, el desempeño constante en labores de liderazgo dejó secuelas en la salud mental y física de Gina, llegando al punto en el que se vio obligada a tomar una decisión en beneficio propio y no solo de su comunidad.

“Tuve un preinfarto. El doctor me dijo la palabra mágicas: ‘si quiere vivir, tienes que quedarte quieta’, así que mandaron un mes a Palenque a mí sola para que me relajara. Pero yo no podía quedarme quieta”, dice Gina entre risas. “Allá trabajé en temas culturales y creé dos grupos más. Cuando llegué aquí a Santa Ana, hicimos una reunión todos los líderes de la comunidad y dije: ‘desde hoy solamente me llaman para temas culturales, no quiero que me llamen para nada más. Todo lo que es cultura: Gina Pérez.’ Y así descansé.”

Desde ese momento, Gina ha dirigido sus esfuerzos hacia la promoción y preservación de las tradiciones culturales de Santa Ana y la Isla de Barú. Su objetivo es divulgar la herencia cultural local a un público más amplio, como lo son los turistas, de esta forma, lograr que vean en la Isla de Barú más allá que playa, sol y arena, y que conozcan la nutrida oferta cultural que tienen por ofrecer la comunidad.

Sin limitarse a la danza, artesanías y folclore, Gina también se involucra activamente en proyectos destinados a transformar la cultura ciudadana en Barú, para así mejorar la convivencia entre los habitantes de la isla, porque, aunque en términos generales, se percibe mejor comportamiento en la isla que en Cartagena, en lo que tiene que ver con las normas básicas de convivencia, los baruleros piensan que siempre hay aspectos por mejorar.

Falta tierra por sembrar

Gina hace parte del 46% de los habitantes de Barú que piensa que las cosas en la Isla van por buen camino, pero que de todas formas hay mucho camino por recorrer.

Nosotros los que trabajamos en cultura tratamos de visibilizar todo ese trabajo ancestral que tenemos en la comunidad. Ahora estamos trabajando en un recorrido ecoturístico para que la gente no solamente venga a playa, sino que también venga aquí a la comunidad y vea toda esa belleza natural que tenemos en nuestro territorio.

Esto, para ella, es la esencia de los gestores culturales: visibilizar el territorio, motivar a que la gente vea más allá de lo conocido.

“Todo esto lo estamos haciendo gracias a las capacitaciones que recibimos de las organizaciones”, continua. “Brindan formaciones para ser mejores líderes o a personas que quieren un cambio en la comunidad. Si seguimos así, adquiriendo herramientas, Santa Ana va a cambiar.”

Hablando de la labor de fundaciones y organizaciones sociales y privadas que tienen presencia en el territorio, para esta sembradora, han resultado fundamentales en el cultivo de conocimientos, habilidades y recursos esenciales que le permiten desempeñar un papel aún más destacado en beneficio de su comunidad. Justamente, estas son, según el 17% de los habitantes, uno de los actores clave en la realización de acciones en pro de la calidad de vida de la isla.

En medio del abandono y falta de apoyo por parte de las administraciones distritales, estas han sido clave para ayudar al desarrollo de la isla, brindándole a personas como ella las herramientas necesarias para hacer florecer las semillas de los proyectos que ella misma ha plantado y cultivado.

“Para mí, las organizaciones han sido parte de mi crecimiento. Han sido parte de nuestra familia, han sido parte del desarrollo comunitario. A ti las fundaciones te pueden dar toda la plata que tú quieras, pero si no eres un buen líder para manejar todos esos recursos que te dan, sea dinero o intelecto, estás mal. Ahora tenemos herramientas para defender a nuestro territorio”, afirma.

Aún con el esfuerzo de las fundaciones y de los habitantes de la isla, todavía queda un largo trecho por recorrer hacia el progreso sostenible de la Isla de Barú. La administración Distrital, las organizaciones sociales y privadas arraigadas en el territorio, y la propia comunidad, deben converger en un esfuerzo conjunto para afrontar los desafíos pendientes.

 
Cartagena Cómo Vamos busca visibilizar las necesidades de la zona insular de Cartagena a través de los datos. Es por esto que, desde 2019, el programa realiza mediciones particulares para los corregimientos de las islas de Barú y Tierrabomba, que tienen dinámicas particulares, las cuales marcan retos diferentes a los que se hacen evidentes en el casco urbano de la capital de Bolívar.

Entre esos retos resaltan proyectos cruciales para la isla y que se han convertido en prioridades de los habitantes, según la Encuesta de Percepción Ciudadana, como lo es la formalización del empleo y la mejora de la calidad educativa. La creación de una institución de educación superior se erige como una necesidad inminente, y la instalación de soluciones de alcantarillado para la Isla y de agua potable para el corregimiento de Barú, que resultan esenciales para garantizar condiciones de vida digna. La administración debe priorizar estos proyectos y llevarlos a cabo de la mano de la comunidad, con un enfoque étnico que atienda las necesidades de los habitantes locales.

Aunque el camino es largo y desafiante, existen las voluntades dispuestas a hacer sinergia para tejer el futuro próspero que merece la isla de Barú y sus habitantes.

Los datos mencionados hacen parte de la Encuesta de Percepción Ciudadana y del Informe de Calidad de Vida de la isla de Barú.

Esta es una adaptación de nuestro especial desde las comunidades del #PodcastCómoVamos, dirigido y producido por Cartagena Cómo Vamos, en cooperación con la Fundación Santo Domingo y la difusión de La Cariñosa Cartagena.

Cartagena mejoró su desempeño fiscal, pero aun depende de transferencias nacionales

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Fotografía: Humberto Ochoa Avila

El 2023 fue un año en el que hubo rezagos en el acceso oportuno a la información, tal como pasó con los resultados de pobreza monetaria de 2022, que no fueron publicados sino hasta mediados de septiembre, lo mismo sucedió con la medición del Índice de Desempeño Fiscal (IDF) 2022, que se dio a conocer a finales del 2023. En un análisis de Cartagena Cómo Vamos (CCV), se evidenció que en este último la ciudad mejoró en la administración y manejo de los fondos públicos.

El IDF es una medición de las finanzas públicas de los municipios y departamentos, que mide la gestión fiscal para identificar buenas prácticas y fortalecer la asistencia técnica.

 
Este índice se mide de 0 a 100, siendo 0 el peor resultado y 100 lo mejor. Para 2022, el resultado de Cartagena fue de 63 puntos, una mejora de 13 puntos con respecto a 2021, cuando estaba en 50. Este avance, movilizó a la ciudad de la categoría Riesgo a Vulnerable.

Ubicarse en esta categoría indica que la ciudad cumple los límites de deuda y gasto, pero sigue teniendo alta dependencia de las transferencias del Gobierno Nacional, así como posee bajos niveles de inversión en Formación Bruta de Capital Fijo, es decir, baja adquisición de bienes públicos que generan retornos, como maquinaria, equipos, edificios, etc.

Al comparar los resultados de Cartagena con los otros municipios de categoría especial, se tiene que, a pesar de la mejora, la ciudad tiene el nivel más bajo. Por encima está Cali, con 65,96 puntos (categoría vulnerable), luego Medellín con 71,18; Bucaramanga, con 73,37; Barranquilla ocupa el segundo lugar con 75,70 y en primer lugar está Bogotá, con 79,42 puntos, todas en categoría sostenible.

 
El Índice de Desempeño Fiscal se compone de dos dimensiones: los de resultados fiscales, que pesan el 80% y la de gestión financiera que pesan el 20%.

En la dimensión de resultados fiscales, el indicador que tuvo mejor calificación fue el de ahorro corriente, con 100 puntos, que se relaciona con la liberación de excedentes para financiar inversión. Mientras que el más crítico fue el de la Relevancia de la Formación Bruta de Capital Fijo, que fue de 30,9.

Para el caso de la dimensión de gestión financiera territorial, la calificación más alta la tuvo el indicador de holgura, con 100 puntos, la cual se refiere al cumplimiento del límite de gasto de funcionamiento con ingresos de libre destinación. Esta también fue la de mayor mejora, pues en 2021 había resultado en 0.

Por otra parte, se evidencia la necesidad de mejorar en la capacidad de ejecución de ingresos, que fue la más baja con 60 puntos, desmejorando con respecto al año anterior que había obtenido 100.

 
Es crucial que Cartagena siga aumentando la generación de recursos propios para reducir la dependencia a las transferencias y fortalecer la inversión de capital. La puesta en marcha de estrategias que mejoren la calidad de vida va de la mano de un Distrito que gaste oportuna y eficientemente, manteniendo unas finanzas sanas.

Aspectos de la educación que generaron insatisfacción en los Cartageneros en 2023

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Fotografía: María Alejandra Romero Solano

En Cartagena, los niños, niñas y adolescentes retomaron su proceso de formación con el inicio de clases, una buena noticia desde la base que la educación tiene efectos positivos en la calidad de vida y la movilidad social; sin embargo, este debe ser armónico desde la primera infancia hasta la educación superior. 

Cartagena Cómo Vamos (CCV) presentó un nuevo análisis semanal, en el que aborda la satisfacción y valoración de diferentes aspectos de la educación ofrecida en la ciudad, basado en los resultados de la Encuesta de Percepción Ciudadana (EPC) 2023, realizada por este Programa. Este instrumento evidenció que en la Heroica en 1 de cada 2 hogares hay al menos un menor de edad que debería estar vinculado al sistema educativo. De estos, el 80% asiste a una institución oficial, es decir que depende del Distrito. 

Al preguntar en los hogares con niños y niñas matriculados en los niveles de preescolar y transición, por la satisfacción de múltiples aspectos de la educación, resulta que el mayor reto identificado es el acompañamiento nutricional, solo 6 de cada 10 están satisfechos, lo que se relaciona con el impacto de estrategias de retención a estudiantes como el Programa de Alimentación Escolar (PAE); en la tasa de deserción, que es más alta en preescolar, con más del 5% de estudiantes retirados del sistema antes de terminar el año. 

Este mismo ejercicio, pero aplicado en hogares con estudiantes de primaria, secundaria y media, mostró resultados diferenciados entre la educación privada y oficial. A pesar de que, la mayoría de los estudiantes del Distrito asisten a una institución pública, es aquí donde se registra una satisfacción baja en todos los aspectos, en comparación con las privadas. 

 
Lo más crítico desde las opiniones de los cartageneros, son las condiciones físicas de los colegios, donde solo el 65% se siente satisfecho en lo oficial, mientras en lo privado es más cercado al 80%.

Justamente, con el regreso a clases en este 2024, se vuelve a elevar la conversación de ciudad sobre el gran reto de la infraestructura educativa en Cartagena, donde el 80% de las sedes de instituciones educativas oficiales presenta problemas de infraestructura que requieren ser atendidos para garantizar condiciones óptimas en la prestación del servicio.  

Otro reto al que la EPC 2023 le hizo eco, es a la disponibilidad de cupos y el proceso de matrícula, donde la satisfacción en lo privado es del 75%, mientras que lo oficial es solo del 68%, lo que sugiere que las falencias en infraestructura no solo abarcan el estado de las sedes actuales, sino que también se suma la suficiencia de estas, pues desde la política pública educativa aprobada en Cartagena, se estimada un déficit de 1.200 aulas escolares en la ciudad. 

La satisfacción de los cartageneros y cartageneras para con los docentes en lo oficial es del 77% y en los privados asciende hasta el 83%. Lo anterior muestra que en ambos sectores el aspecto mejor evaluado es el de docentes, siendo mejor percibido en lo privado.  

Las instituciones educativas oficiales del distrito de Cartagena muestran un rezago en calidad educativa, ubicando a la ciudad como la tercera de las 23 capitales principales del país, con los resultados más críticos.

 
Ante estos retos Eliana Salas Barón, directora de Cartagena Cómo Vamos, expresó que “dignificar la educación es una tarea pendiente en la capital de Bolívar y es tal vez por esto, que, en la ruta para la formulación del nuevo Plan de Desarrollo Distrital, se iniciaron las mesas de participación con el sector educación”.

Es primordial que la Administración Distrital, identifique las oportunidades que representa la puesta en marcha de la política pública educativa y el trabajo articulado entre el Estado, la empresa privada, las escuelas y la academia, para avanzar en conjunto en la superación de las problemáticas estructurales y las brechas que perpetúan las desigualdades e impiden el desarrollo pleno de la ciudad. 

El desempleo en Cartagena se mantiene estático mientras que en las principales capitales disminuye

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Fotografía: Humberto Ochoa Avila

En días pasados el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), publicó los datos de mercado laboral del trimestre octubre – diciembre, con los que se consolida el año 2023 y, al ser este un elemento clave para el bienestar y la calidad de vida de los habitantes, Cartagena Cómo Vamos (CCV), preparó un nuevo análisis que da luces sobre lo que sucede en la capital de Bolívar.

En Colombia, la tasa de desempleo para 2023 fue de 10,2%, menor al 11,2% registrado en 2022, una reducción a 1 punto porcentual (P.P), lo que podría asociarse a la desaceleración económica que está experimentando el país. Sin embargo, al quitar la estacionalidad o lo que se conoce como empleo temporal, que se da regularmente en las mismas épocas del año (octubre – diciembre), se observa que el desempleo viene en aumento. Entre agosto y diciembre de 2023, pasó de 9,4% a 10,8%.

 
La ligera disminución del desempleo nacional también se presentó en las principales capitales como Cali, Bogotá, Barranquilla y Medellín, excepto en Cartagena que fue la única ciudad, en este grupo de 5 ciudades, que mantuvo en 2023 el nivel de desempleo que registró en 2022, es decir, 10,9%.

En Cali pasó de 11,5% a 10,9%; Bogotá de 11,4% a 104%; Barranquilla registró en 2022 el nivel de desempleo en 11,9% y en 2023, de 10,4%; Medellín fue la ciudad que mayor reducción alcanzó, pasando de 10,8% a 9,0%.

Las dinámicas del mercado laboral en Cartagena marcan un comportamiento diferenciado al resto de 5 principales capitales. Pasó de ser la segunda con el nivel de desempleo más bajo a ser, junto a Cali, la del nivel más alto.

Además, en la Heroica disminuyó la ocupación, pasando de 59,5% en 2022 a 58,2% en 2023, más de 4 mil empleos perdidos en el último año. Esta situación guarda estrecha relación con el aumento de la población que no está en búsqueda activa de empleo, explicado principalmente por el incremento de personas dedicadas a las labores del hogar (11%) y es Cartagena la ciudad donde más se dio este incremento, consecuencia de un posible desánimo al no encontrar nuevas oportunidades. Aquí también es donde más aumenta la población que se dedica a estudiar, hecho que pudiese estar apalancado con la implementación de la política “Matrícula Cero” que elimina parte de las barreras económicas para acceder a la educación superior.

¿Cuáles fueron los principales sectores de empleo para la población cartagenera en 2023?

De los 421 mil puestos de trabajos generados en la capital de Bolívar, el 20% estaban vinculados al sector comercio, 14% al transporte y un 12% a la administración pública, defensa, educación y salud. Si bien, estas fueron las tres principales ramas de ocupados, el comercio y la administración pública registraron una disminución del 7% y 5% respectivamente, mientras que el transporte aumentó un 4%.

 
Es importante resaltar que, en Cartagena, 6 de cada 10 empleos son generados por cuenta propia, lo que refleja el nivel de informalidad y las precarias condiciones laborales en las que se desempeña la población.

En la ciudad siguen siendo críticos los niveles de empleo más formalizado, en relación con las principales capitales de Colombia. Mientras que en Bogotá el 65% de los ocupados son empleados particulares o del gobierno, en Medellín el 63%, en Cali el 56% y en Barranquilla el 51%, en Cartagena solo llega a ser del 37%.

Eliana Salas Barón, directora de Cartagena Cómo Vamos enfatizó en la importancia de articular esfuerzos entre el sector público y privado, para poder generar nuevas ofertas de empleo, pero a su vez, condiciones que le permitan a las personas acceder a los mínimos de un trabajo digno: salud, seguridad social, pensión, sobre todo de cara a una ciudad que cada vez envejece más.

La situación de Cartagena, con una alta tasa de desempleo acompañada de una baja en el nivel de ocupación y una fuerza de trabajo disminuida, plantea un escenario preocupante desde el punto de vista económico y social, factores que explican por ejemplo que la ciudad permanezca con altos niveles de pobreza. Abordar estas problemáticas requerirá estrategias integrales que fomenten la generación de empleo, promuevan la formación de habilidades, estimulen el emprendimiento local y eleven la competitividad de la ciudad para mayor atracción de capital y empresas, que permita revitalizar el tejido económico”, señaló Eliana Salas.

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