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Sacrificios de una madre: la lucha de Carmen contra la adversidad 

Esta historia hace parte del especial Las problemáticas en Cartagena que tienen rostro de mujer‘.

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Fotografía: María Alejandra Romero Solano

Por: María Alejandra Romero Solano, asistente de comunicaciones de CCV.

Cada mañana, a las 6 a.m., Carmen* se levanta para preparar el desayuno de María, su hija de catorce años, mientras esta se prepara para ir al colegio. 

Luego de despedir a su hija, Carmen dedica unos instantes a los quehaceres del hogar antes de arreglarse para comenzar su jornada laboral. Antes de las 8 de la mañana, sale de su casa ubicada en uno de los sectores del barrio Olaya Herrera que colindan con la Ciénaga de la Virgen, donde también vive su sobrina Natalia, y la hija de ella, Leidy. 

Olaya Herrera se sitúa en la comuna 6, en la zona suroriental de Cartagena, Colombia. A 12 km del reconocido Centro Histórico de la ciudad.  

Lejos de la opulencia, los monumentos turísticos y las casas coloniales, este sector de la localidad 2 es conocido por sus calles destapadas, caños taponados, difícil acceso al transporte público y un cúmulo de problemáticas sociales, tales como la pobreza y las altas tasas de homicidio, embarazo adolescente y mortalidad materno-infantil; pero también, por su gente perseverante que lucha contra todas estas adversidades para salir adelante. Estas condiciones ponen de relieve las marcadas disparidades sociales y económicas que experimentan los habitantes de los barrios cercanos a la Ciénaga de la Virgen, quienes han sido segregados y marginalizados del resto de la ciudad. 


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Crédito de la fotografía: María Alejandra Romero Solano

Desde allí, Carmen comienza su ruta vendiendo chance: recorre Zarabanda, La Magdalena, Estela, San José Obrero y Playa Blanca, todos sectores aledaños. Conoce este trayecto como la palma de su mano, ya que lo ha realizado de lunes a domingo durante más de treinta años. 

Una gorra, una camiseta manga larga y a veces una sombrilla, son las únicas defensas de esta mujer de 47 años ante el sol inclemente de Cartagena. Cuando la sensación térmica llega a los más de 30 grados centígrados y el calor se torna sofocante, para en puntos estratégicos para refrescarse sin dejar de vender. Sin embargo, no puede estar mucho tiempo en un solo lugar, porque el chance que vende es ilegal, y no quiere correr el riesgo de ser atrapada por la Policía porque, además de perder su única forma de sustento, puede enfrentarse a hasta ocho años de cárcel, de acuerdo con el Código Penal, ya que pagar la multa de más de 100 salarios mínimos mensuales legales vigentes (SMMLV) no es una opción para ella. 

Ese día, alrededor de las 10 a.m., Carmen saca un poco del desayuno que se preparó en la mañana, para aguantar hasta las 5 de la tarde, hora en la que podía volver a comer. Por lo general, suele regresar al mediodía a su casa para tener listo el almuerzo de su hija, una vez esta sale del colegio. Ahí aprovechaba para comer y descansar un rato antes de salir nuevamente a las 5 p.m. y terminar la venta del día a eso de las 10 de la noche. Pero en esa ocasión no podía regresar temprano, ya que se encontraba algo apretada con el trabajo: no había logrado vender mucho, así que se quedaría más tiempo en la calle para ganar un poco más. En los días buenos, logra tener ganancias de hasta $25.000, que al mes son unos $750.000. En los malos, como estaba pintando ese, de cosa alcanzaba a llegar a los $10.000 diarios, es decir, $300.000 al mes. 

Lleva días sin cenar, por eso, ese día prefiere desayunar tarde para poder comer en la noche. Ella y su sobrina, Natalia, las dos adultas de la casa, solo pueden tener dos comidas diarias por falta de alimentos y recursos. Los ingresos de Carmen son el pilar económico del hogar. Natalia no tiene un empleo estable y solo ocasionalmente ofrece servicios de manicura y pedicura en casa. Además, ya no cuenta con el subsidio de Familias en Acción que recibía su hija María desde los 2 años, ya que en diciembre de 2023 dejaron de otorgarlo debido a una actualización que la colocó en una categoría más alta en el Sisbén. Como resultado, llevaba tres meses sin recibir esta ayuda. 

Había días en los que Carmen y Natalia desayunaban y almorzaban, y otros en los que desayunaban y cenaban, pero nunca las tres opciones. En el hogar, las únicas con las tres comidas garantizadas son Leidy, quien recibe desayuno y almuerzo en la guardería del barrio; y María, su hija. Cuando Carmen prepara el almuerzo, siempre deja un poco para que María y Leidy puedan cenar. En los días en que solo podía hacer la cena, como ese, enviaba a María al comedor comunitario que está cerca de la casa y que ofrece almuerzos a los niños por una contribución de $2.000. 

 
La inseguridad alimentaria que enfrenta el hogar de Carmen es compartida por el 43% de los hogares en Cartagena, según revela la Encuesta de Percepción Ciudadana (EPC) de 2023, de Cartagena Cómo Vamos. Específicamente, las mujeres y los residentes de la localidad 2, como Carmen, son quienes señalan los niveles más preocupantes de vulnerabilidad alimentaria en la ciudad.

Asimismo, las condiciones económicas de Carmen la suman a los 455 mil habitantes de Cartagena que viven en pobreza moderada, pues no siempre alcanza los ingresos mensuales mínimos de $427.667 para satisfacer sus necesidades básicas, ni las de su hogar. Según la EPC de 2023, en Cartagena son más las mujeres que se perciben como pobres, en comparación con los hombres, lo que evidencia que son ellas las que enfrentan mayores barreras para acceder a ingresos dignos. 

Día a día, Carmen desafía los riesgos de su trabajo y las barreras sociales y económicas para brindarle un futuro mejor a su hija, buscando ofrecerle las oportunidades que ella misma no pudo tener en la vida. 

*** 

Motivada por escapar de un hogar abusivo, en el que sufrió maltrato físico y psicológico, Carmen comenzó a trabajar en el chance a los 17 años para lograr su independencia. Aunque se graduó de la media académica con un título de auxiliar de secretariado, quiso seguir estudiando para tener una mejor calidad de vida. Apenas terminó el bachillerato, con ayuda de becas y del esfuerzo de su trabajo, logró sacar adelante los estudios de técnico auxiliar de bartender y secretariado ejecutivo. Sin embargo, más allá de las prácticas, nunca consiguió engancharse en el mercado laboral de manera formal y prefirió seguir trabajando en el chance.  

Durante casi treinta años, Carmen estuvo vinculada con las dos empresas que, en sus respectivos momentos, se encargaron de las operaciones del chance en Bolívar. Tras la desaparición de estas compañías, una nueva entidad emergió para operar el chance y las apuestas en el departamento. Carmen se presentó a esta con las ganas estar en un puesto de venta fijo, para dejar de caminar por toda Olaya Herrera bajo el inclemente sol. Lastimosamente no consiguió entrar, así que, al verse sin opciones, aceptó vender uno de los chances no autorizados del departamento. 

En dos ocasiones envío hojas de vida y se presentó para trabajar de secretaria o haciendo aseo en alguna empresa. Durante las entrevistas, le hicieron propuestas indecentes de salir con el jefe del cargo. “Yo enseguida respondía que no me interesaba, y no me escogieron. La verdad es que no me interesa trabajar en lugares en los que para entrar tengo que aceptar ese tipo de propuestas”, asegura.  

Para ella, el ser mujer representa un desafío adicional en la búsqueda de empleo, especialmente para aquellas en condición de vulnerabilidad, pues son muchas las personas que buscan aprovecharse de esta situación. Justamente, en Cartagena, el desempleo en mujeres es 2,1 veces mayor al de los hombres, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE). 

Aunque sabe el riesgo que corre al vender chance ilegal, afirma que es eso o no tener para sostener su hogar. “Ya tengo 47 años, en todos los trabajos que veo piden gente 20 años menor, recién graduados o con más de dos años de experiencia. Yo solo tengo seis meses”, menciona. 

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Carmen es madre soltera y cabeza de hogar desde que María, su hija, tenía cinco años. El padre de María ha eludido las responsabilidades económicas con su hija desde que él y Carmen decidieron separarse definitivamente. Este abandono no simplemente dejó a Carmen sola en la crianza de su hija, sino que también tuvo un impacto negativo en la salud mental de María desde temprana edad.  

Un segundo dolor se suma a este difícil escenario: desde los siete hasta sus catorce años (edad actual de María), fue víctima de abuso sexual por parte de alguien cuya mención Carmen prefirió que se omitiera en esta historia. Para Carmen, quien se enteró de todo recientemente, el descubrimiento tardío de esta situación con su hija ha sido una carga emocional abrumadora. 

Para sobrellevar todo lo que ha pasado en su corta vida, María necesita de atención psicológica y psiquiátrica constante, que le es garantizada por la EPS. Pero, además, los medicamentos recetados por psiquiatría le exigen tener una dieta estricta, por lo que Carmen prefiere sentirse fatigada por el hambre todos los días para que así su hija tenga garantizado los alimentos necesarios. 

“He hecho cosas que no debo hacer cuando me he siento muy apurada económicamente. Pero si mi hija lo necesita, busco la forma. Ella es una niña inteligente, siempre le ha ido muy bien en el colegio, ahora está estudiando inglés gracias a una beca, está en clase de música. La tengo en diferentes actividades. Yo lo que quiero es que ella salga adelante, y hago todo lo posible para cumplirlo”, afirma. 

*** 

“Sueño con la oportunidad de tener otro trabajo: uno donde me sienta feliz, estable, en una oficina, con papeles, lejos del sol”, manifiesta Carmen. No pierde la esperanza, y espera lograrlo más pronto que nunca, ya que no quiere seguir arriesgándose todos los días con la venta del chance. En esa búsqueda de ayuda, recientemente empezó a consagrarse en una iglesia, y no quiere seguir haciendo cosas que atenten a su espiritualidad.  

Pese a todas estas dificultades, afirma que la vida le ha mejorado. “Ahora estamos un poco más tranquilas. Las dos estamos recibiendo atención psicológica y de vez en cuando recibimos ayudas económicas. Sé que Dios no nos va a abandonar.” 

Pide a las autoridades más atención y oportunidades a las madres solteras y cabeza de hogar que luchan día a día para sacar a sus familias adelante. Su historia destaca la necesidad urgente de políticas que aborden las brechas de género y proporcionen oportunidades reales para quienes enfrentan el doble reto de ser mujeres y madres en condiciones de vulnerabilidad en una ciudad donde la pobreza y la inseguridad alimentaria tienen rostro de mujer. 

*Todos los nombres de esta crónica fueron modificados para proteger la identidad de la fuente. 

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